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Picasso y la materia del cuerpo

Una de las grandes exposiciones que este año conmemoran el medio siglo transcurrido desde la muerte de Picasso ha abierto sus puertas este mes de mayo en Málaga. El Museo Picasso presenta, bajo el comisariado de Carmen Giménez, que fue su primera directora, la muestra “Picasso escultor. Materia y cuerpo”, que en otoño viajará al Guggenheim bilbaíno y que es la más extensa centrada en la producción escultórica del artista hasta la fecha.

El eje de esta exhibición, como el de la mayor parte de la obra del malagueño, es el cuerpo, concebido como instrumento del artista pero también como fin último de la representación, y las obras que reúne se fechan entre 1909 y 1964, por lo que compendian los periodos más productivos de su trayectoria y reúnen muy distintos estilos. También fueron realizadas en materiales muy diversos, de la madera al bronce pasando por el hierro, el yeso, el cemento o el metal.

Esa continuidad en el manejo de las tres dimensiones, y la multiplicidad de estilos y técnicas que empleó en su labor escultórica, prueban que esta disciplina no fue para Picasso un lenguaje subalterno ni secundario, sino una más entre sus formas de expresión junto a la pintura, el dibujo, el grabado y la cerámica: cada una de ellas le posibilitaba expresar distintos aspectos de su trabajo y en más de una ocasión subrayó que no establecía jerarquías. Fue así sobre todo a partir de su fase cubista, pero ya en los inicios de su carrera esculpió, con la libertad de un creador autodidacta que no temía desafiar reglas, y muchas de esas piezas tempranas lo acompañaron a lo largo de toda su vida, taller a taller y vivienda a vivienda, como puede apreciarse en muchas fotografías (y en las diversas exposiciones sobre imágenes tomadas del artista que en las últimas semanas se han programado, como las de Blanca Berlín, el Museo Picasso de Buitrago o el Centro Fernán Gómez). No solo eran parte de su hogar, sino que trabaja en el tiempo a partir de sus motivos y desarrollos.

“Picasso escultor. Materia y Cuerpo”. © Museo Picasso Málaga

Atendiendo a esa comunidad de temas e inquietudes formales que podemos apreciar entre la obra pictórica y escultórica de Picasso, el montaje de esta muestra malagueña hace dialogar las esculturas con lienzos de su colección, del mismo modo que relaciona piezas acabadas y maquetas y trabajos considerados mayores junto a otros que han recibido menos atención; de ese modo, el público puede obtener una visión completa de su tránsito por el cubismo, la abstracción, lo primitivo y el objeto encontrado, con el cuerpo, como decíamos, como eje.

La primera exposición dedicada a la producción escultórica del autor de El Guernica no tuvo lugar hasta 1966, cuando él sumaba ya ochenta y cinco años: tuvo lugar en el Petit Palais de París y recogió docenas de piezas que el artista había guardado consigo durante décadas. Se calcula que fueron setecientas sus esculturas, frente a las cerca de 4.500 telas que llevó a cabo, pero una revisión adecuada de la evolución de Picasso habría de atender a sus mutuas influencias y desplazamientos más allá de los números; las reinvenciones de Picasso no solo se plasmaron en diversas disciplinas, sino que generaban nuevos nexos entre ellas.

“Picasso escultor. Materia y Cuerpo”. © Museo Picasso Málaga

Aunque en las últimas décadas del siglo XIX, en el periodo de juventud de Picasso, se daba por hecho que el ejercicio de la escultura requería el manejo correcto de diversas técnicas y el empleo de materiales resistentes, como el bronce o el mármol, desconocemos si el artista llevó a cabo alguna incursión en esa disciplina durante su formación; lo que sí sabemos es que se acercó a este medio fundamentalmente de forma espontánea: íntima y puede que improvisada y que una visita al Musée d’Etnographie del Trocadero parisino le abrió los ojos al arte africano y oceánico y a la fuerza expresiva de la que podía dotarse a los objetos.

Entre sus trabajos primeros en Málaga podremos ver su obra más temprana en arcilla, Mujer sentada (1902), ejecutada aún en Barcelona, en el estudio de su amigo escultor Emili Fontbona; también Cabeza de mujer (Fernande) (1909), de rasgos claramente cubistas. Solo tres años más tarde ya había virado su rumbo, convirtiendo el espacio en material escultórico cuando hacerlo era una novedad: sorprendió mucho, por esa razón, su serie de seis bronces policromados Copa de absenta (1914), en los que el vacío indicaba transparencia. En aquel momento, a mediados de la década de los diez, comenzó asimismo a incorporar a sus piezas materiales cercanos como cordeles, papel, cartón, arena, muelles, hojalata o pegamento, recursos que dejaría de utilizar nos diez años después, siendo una Guitarra de 1924 la última pieza ideada conforme a esos parámetros antes de caer bajo la influencia surrealista.

A finales de los veinte y principios de los treinta diseñaría Picasso, como ecos de sus colaboraciones con Julio González, construcciones de hierros soldados y después figuras de formas humanas en madera o modeladas en yeso, elementos que permitían una más acentuada sugerencia de la sensualidad. Cinco de esos trabajos, realizados en Boigeloup, se mostrarían en el Pabellón español en la Exposición Universal de 1937.

Picasso. Figura: proyecto para un monumento a Guillaume Apollinaire, 1928. Musée national Picasso-Paris. Dación Pablo Picasso, 1979 © RMN-Grand Palais (Musée national Picasso-Paris)/Adrien Didierjean © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2023

Picasso. Bañista tendida, 1931. Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso, Madrid. Préstamo temporal en el Museo Picasso Málaga © FABA Foto: Éric Baudouin © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2023

Su siguiente estudio sería el de Grands-Augustins, en el que dispuso una zona específica para la creación de escultura, y si en los cuarenta y los cincuenta las escenas familiares y cotidianas dominaron sus lienzos, ocurrió lo mismo en las tres dimensiones. De hecho, su nuevo interés por la cerámica, acentuado en él por Georges y Suzanne Ramié, tuvo que ver con su asentamiento en Vallauris en 1948; allí también llevó a cabo numerosos ensamblajes.

Estas obras viajarían con él, como decíamos, cuando se asentó en Cannes, y luego en Vauvenargues y Mougins: sus viviendas fueron prácticamente jardines interiores de esculturas, tal y como inmortalizaron Henri Cartier-Bresson, Robert Douisneau, Irving Penn o David Douglas Duncan. Podemos suponer que si prefirió que esas obras no formaran parte de sus exposiciones, ni tampoco las vendió, sería porque deseaba que formaran parte de su día a día.

Picasso. Sylvette, 1954. Fondation Hubert Looser, Zurich © Fondation Hubert Looser, Zurich © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2023

Al final de los cincuenta empleó, entre otros materiales, madera vieja, trozos de mobiliario y planchas de metal; algunos de aquellos proyectos serían transformados a chapa y dotados de mayor formato por el artesano Joseph-Marius Tiola, e incluso pintados (en otros, se dejó al óxido dejar su huella). En obras de entonces, como Bañistas, el vacío continuaba cobrando la misma relevancia estructural que los volúmenes.

Aquella proyección hacia dimensiones mayores continuaría en los sesenta: Carl Nesjar convenció a Picasso de llevar sus diseños a mayores tamaños, con el fin de que se mostraran al aire libre en diversas ciudades, y también de utilizar hormigón resistente, por esa misma razón. Veremos en el centro malagueño una maqueta para la escultura del Richard J. Daley Center (1964); la obra acabada tiene 20 metros de altura, se realizó en acero y desde 1967 puede verse frente al Civic Center de Chicago: se trata de un rostro geométrico cuyos volúmenes quedan sugeridos por los contrastes entre vacíos y materia.

“Picasso escultor. Materia y Cuerpo”. © Museo Picasso Málaga

 

 

“Picasso escultor. Materia y Cuerpo”

MUSEO PICASSO MÁLAGA

c/ San Agustín, 8

Málaga

Del 9 de mayo al 10 de septiembre de 2023

 

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