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Balke, Hertervig y Eugenio Lucas: afinidades románticas

No son usuales las exposiciones en museos de nuestro país que examinen el arte producido en el siglo XIX más allá de su etapa final, la vinculada al impresionismo y el estudio de la luz, y que lo hagan a partir de colaboraciones con museos internacionales que permitan presentar en España la obra de artistas apenas conocidos por un público amplio: ambas condiciones las reúne la muestra “Visionarios románticos”, que hasta el 21 de mayo ofrece el Museo Lázaro Galdiano y que se ha organizado con la colaboración de dos instituciones noruegas: el Stavanger kunstmuseum y el Nordic Institute of Art.

Confronta esta exhibición, por vez primera, la pintura de paisaje de Peder Balke (1804-1887) y Lars Hertervig (1830-1902) con la del español Eugenio Lucas Velázquez (1817-1870), con el objetivo de encontrar paralelismos en la producción de los tres, derivados del espíritu de su tiempo: no se conocieron, y es cierto que comparaciones similares podrían establecerse con otros autores europeos, pero también lo es que las obras seleccionadas permiten hallar inquietudes comunes entre ellos, como el deseo de llevar al lienzo su visión interior de la naturaleza que contemplaban y la voluntad de experimentar en materia de técnicas y formatos.

Comisariada esta propuesta por Knut Ljøgodt, director del Nordic Institute, y Carlos Sánchez Díez, conservador jefe del Lázaro Galdiano, “Visionarios Románticos” contextualiza la obra de Lucas, Balke y Hertervig en el panorama del paisajismo visionario que en la misma época cultivaban, en Centroeuropa y Gran Bretaña, Caspar David Friedrich, Víctor Hugo o Turner, incidiendo en lo que aquella corriente tuvo de transnacional en aquel momento, y también de punto de convergencia entre la tradición y la sensibilidad moderna: fue precisamente a mediados del siglo XIX cuando se forjaron los modos de contemplar el paisaje, y el medio urbano, que hoy asociamos a la contemporaneidad.

Tanto Balke como Hertervig serán una revelación para el público español, pero la presencia del segundo en España supone además la primera presentación de su trabajo fuera de Noruega. Redescubierto hace poco más de un siglo, en 1914, es autor de paisajes brumosos, muy luminosos y podríamos decir que oníricos, bastante particulares respecto a los de otros pintores románticos de su país que aún ofrecían interpretaciones realistas de la naturaleza, más allá de sus perspectivas subjetivas. Sus imágenes resultan, por tanto, emocionales, y algunos han apuntado que una de las influencias presentes en ellas serían las creencias de los cuáqueros, comunidad religiosa a la que pertencía su familia: defendían la vida sencilla, una noción objetiva de la justicia y el carácter divino de la luz de cada día; el hecho es que las composiciones de este pintor, nacido en el condado de Rogaland, suelen captar escenas de calma y silencio, por más que sublimara la naturaleza con esas atmósferas místicas. Desplegaba normalmente soles y mares brillantes, otras veces también paisajes más sombríos. Su reclusión en un manicomio, y el hecho de que se le adjudicase una demencia sin curación, tuvieron que ver con su fallecimiento en el anonimato y la pobreza, pero incluso en sus peores etapas continuó dibujando.

Peder Balke. Naufragio, Cabo Norte, 1870-1880. The Gundersen Collection, Oslo

En cuanto a Peder Balke, su obra se presenta igualmente por vez primera en España. Miembro de la Escuela de Dresde, discípulo de Johan Christian Dahl y considerado por muchos heredero de Friedrich, fue incomprendido en buena medida en su época, seguramente a causa de la vocación trascendental de su pintura, y en su mediana edad dejó a un lado la esfera pública. A su muerte no era exactamente un desconocido -fue uno de los primeros artistas en adentrarse en el Ártico, muy evocado literariamente entonces-, pero no había alcanzado apenas reconocimiento, que le llegaría, como a su compatriota en el Lázaro Galdiano, desde 1914, a raíz de una exhibición programada para conmemorar el centenario de la Constitución noruega. Figura ya sí, hoy, canónica del arte noruego, su trabajo ha viajado internacionalmente, alabándose la precisión de sus escenas y comparándose con Whistler sus atmósferas.

Por su parte, Lucas Velázquez, que forma parte de los fondos atesorados por José Lázaro y fue seguidor de Goya, sí logró, a diferencia de sus contemporáneos noruegos, reconocimiento y éxito en vida. El Museo atesora de él, dibujante abierto a los universos fantásticos, 130 obras sobre papel y 45 pinturas; el coleccionista favoreció su exposición en Múnich, París y Nueva York: se trata de trabajos donde tenían cabida la pasión, el dramatismo, los aquelarres y los asuntos populares, temas todos ellos tomados de su maestro.

Entre septiembre y diciembre esta exposición viajará al Stavanger Kunstmuseum; además, este proyecto quiere dar continuidad a la labor de difusión de la cultura noruega que Lázaro Galdiano emprendió desde su revista La España Moderna, que se editó entre 1889 y 1914 y publicó traducciones de textos de Ibsen o Knut Hamsun.

Eugenio Lucas. Acantilado, 1850-1870. Museo Lázaro Galdiano

 

 

 

“Visionarios románticos. Peder Balke | Eugenio Lucas | Lars Hertervig”

MUSEO LÁZARO GALDIANO

c/ Serrano, 122

Madrid

Del 16 de marzo al 21 de mayo de 2023

 

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