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Isabel Baquedano, el misterio recuperado

Hace tres años, el Museo de Bellas Artes de Bilbao y el Museo Universidad de Navarra presentaron, en coproducción, la que fue la primera retrospectiva dedicada a Isabel Baquedano, pintora que falleció en 2018 y fue artífice de una de las trayectorias más singulares en el ámbito de esa disciplina en España en la segunda mitad del siglo pasado.

Impulsora de la Escuela de Pamplona en la década de los sesenta, sus exposiciones habituales en Madrid y en el País Vasco le valieron el reconocimiento en vida de la crítica especializada, pero ella nunca quiso acercarse a la popularidad y eligió no firmar ni fechar sus obras: ese alejamiento buscado de la notoriedad remó a favor de su ejercicio esencial de la pintura y explica en parte el desconocimiento de su producción entre un público amplio.

Esta primavera será la Galería Guillermo de Osma la que vuelva a acercar su trabajo a la capital: desde el 17 de mayo, acogerá “El color del ensueño”, un compendio de cuarenta obras, entre pinturas y dibujos, que se estructurarán componiendo grupos temáticos dedicados a asuntos pop, camareros y malabaristas, bodegones y escenas religiosas, estas últimas de un cariz simbolista, aunque mantengan rasgos formales comunes a sus personajes circenses. Abordan, de hecho, cada una un asunto específico destinado a presentar el mensaje cristiano asociándolo a acontecimientos del presente.

Isabel Baquedano. Cortesía de la Galería Guillermo de Osma

Nacida en Mendavia en 1929, Baquedano se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza y en la de Bellas Artes de San Fernando madrileña, y obtuvo en 1957 por oposición la plaza de profesora de Dibujo y Modelado en la Escuela de Artes de Pamplona, donde, hasta 1988, desarrolló una intensa labor docente que contribuiría a imbuir de rumbos modernos a las nuevas generaciones de artistas.

Sus primeros trabajos se enmarcan en una figuración realista, bajo la influencia de Antonio López, pero permaneció atenta al Pop Art en su etapa de auge. Tras dotar a algunas de sus imágenes de un poderoso componente social, evolucionó hasta plantear composiciones de trasfondo simbólico, paisajes urbanos y escenas cotidianas y autobiográficas que paulatinamente darían paso a temas y tonalidades tomados del mundo clásico o la mencionada historia sagrada; era Baquedano profundamente religiosa.

Isabel Baquedano. Cortesía de la Galería Guillermo de Osma

También concienzuda: sus compañeros de profesión cuentan que borraba una y otra vez mientras trabajaba, tratando de alcanzar un sentido genuino de la creación que ella identificaba con la mayor sobriedad posible, en lo material y en lo conceptual. Buena conocedora de la historia del arte, tendría entre sus referentes a autores del Quattrocento como Piero della Francesca, pero también a otros contemporáneos como Hopper, con quien compartía su interés por plasmar la soledad cotidiana del individuo de nuestro tiempo. Tampoco fue ajena a movimientos como el poscubismo, el informalismo, la nueva figuración, el expresionismo o el realismo social, tamizando sus rasgos desde un estilo personal y adoptando habitualmente formatos pequeños.

Aparentemente humilde y depurada en lo estilístico y expresivo, la obra de la navarra destaca por su destreza técnica pero, aún más, por situar al espectador ante enigmas que trascienden lo visible. En ese esfuerzo intelectual, los bodegones le servían como relativo descanso: pintados del natural, fueron frecuentes en los comienzos de su carrera y, a través de ellos, proponía visiones de lo real muy particulares. En la mayoría de los casos, se trata de pequeñas piezas llenas de luz, a menudo inspiradas en fotografías, que ejecutaba en dos o tres sesiones como si las escenas y los frutos hubieran sido fijados en las telas en el instante inmediatamente anterior a su declive. Solía, además, emplear el grafito para dar forma a los objetos, antes de sintetizarlos en el lienzo con precisión y darles acabado con color.

Isabel Baquedano. Cortesía de la Galería Guillermo de Osma

Los setenta fueron un periodo de plenitud vital para la artista, que desplegó entonces acusadas atmósferas íntimas: pintó autorretratos, retratos de familia o de amigos y también piezas concebidas como homenaje al propio acto de pintar, algunas veces alejadas de convenciones figurativas.

Otro capítulo de su producción lo constituyen los templos y enclaves griegos, que por evocar las sensaciones que le suscitaron en sus viajes pueden relacionarse con el romanticismo alemán (llegó a autorretratarse entre ruinas clásicas o a convertir sus fragmentos en alegorías de su incertidumbre).

La exhibición en Guillermo de Osma se completará con un catálogo con textos de Ángel Bados y Antonio López.

Isabel Baquedano. Cortesía de la Galería Guillermo de Osma

 

 

Isabel Baquedano. “El color del ensueño”

GALERÍA GUILLERMO DE OSMA

c/ Claudio Coello, 4

Madrid

Del 17 de mayo al 23 de junio de 2023

 

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