Galería Antai

Rocío García: La fiera

Pocas artistas cubanas pueden alardear de tener la obra que ha sabido cultivar Rocío García. Ella es, sin discusión, la fiera de la pintura cubana de las tres últimas décadas. Su narrativa condensa la historia de muchas exclusiones y de no pocos delirios. Rocío es artista y maestra a un mismo tiempo. Es responsable primera de una gran generación de jóvenes artistas de la isla que hoy triunfan en distintas ciudades del mundo, incluida Madrid. Su magisterio ha calado hondo en el contexto de unas poéticas que revelan/develan el gusto feroz por la pintura, por la fisicidad de lo pictórico, por la sostenibilidad de la pintura como un gesto que soporta el desvío retórico del mismo modo en que se burla de este. Aquí les dejo una entrevista hecha por la crítica y curadora Nayr López García en la que queda claro que su obra se ubica en las coordenadas de una nueva geografía de la furia.

La nieve © Rocío García

“Primero soy un ser humano y luego una mujer”
Conversando con Rocío García

Nayr López García

Rocío García es icono del arte cubano, es la relatora por excelencia de lo que dos críticos como Rufo Caballero y Andrés Isaac Santana prefirieron, en distinto momento de su ensayística, nombrar en sus textos como la regencia simbólica de “la subjetividad lateral”. Con una trayectoria artística que dura más de cuatro décadas, la artista cubana ha desarrollado un lenguaje universal expresado desde su propio imaginario; se inspira en situaciones y estéticas locales, pero desdibuja esos límites que colocan a su discurso en un solo contexto, penetra hasta la esencia misma de las cosas para convertirla en la verdadera protagonista de su obra.

Es pionera en actitud y en discurso. Lo cierto es que, tal vez sin pretenderlo, su narración pictórica ha devenido en un texto militante al que se asoma la comunidad lgtbi cubana. Su tratamiento de la desnudez humana ha sido un escándalo en las galerías habaneras: penes erectos, senos, vulvas, masturbaciones, sexo… el mundo de la noche, el morbo de “lo prohibido”. Hay en sus piezas osadía e inteligencia, Rocío no se ha quedado con las ganas de decir lo que piensa y siente, no la han frenado las nociones “puritanas” y estructurales que rigen y censuran lo que debe ser visto en el arte. En su obra hay altas dosis de homoerotismo, una fuerte articulación del discurso de género, la idea de un feminismo expandido que considera al otro dentro de su contexto de actuación y también, claro, un inequívoco posicionamientos queer, etc., y todas estás temáticas -que por sí mismas conforman un universo enjundioso y profundo- son el pretexto para desarrollar su propia estética, que hace visible lo complejo de vínculos humanos, la lucha de poder, dinámicas y respuestas sociales que a lo largo de los años han sido preteridas, censuradas, marginadas.

En el epicentro mismo de sus piezas, casi siempre organizadas en torno a grandes series, se cuestiona los conceptos y las nociones sobre el poder; el juego de roles en todo tipo de relaciones, justificado y reglamentado en el ámbito social desde la noción “inquebrantable” del status quo. La pintora recurre a estos intríngulis para desarmar esas estructuras, mostrar las partes ocultas, las que habitan donde la luz es tenue y afloran los fantasmas, los monstruos y también las acciones más heroicas, pero, sobre todo, aquellas actitudes que no tienen cabida en el sistema… Esa es Rocío para mí, maestra de sutilezas y estridencias, del color, de escenas sugerentes, del drama y de pasiones; genio de la pintura, soberbio referente de la plástica cubana.

ABUNA-E, YOSHIWARA © Rocío García

¿Qué significa para ti la pintura y qué te motiva a pintar?

La pintura es para mí como un órgano vital, mi ADN. Me motivan muchas cosas, pero sobre todo los conflictos humanos y su psiquis, ahí donde se entremezclan lo sexual, social y político.

Háblame sobre el dibujo en tus pinturas, ¿qué lugar ocupa en ellas?

El dibujo es el corazón de las imágenes, y aunque a veces hay pinturas donde no se ven las líneas de contorno, siempre están allí, pues son la estructura de toda obra visual. En mi trabajo la línea de contorno es primordial, siempre expresa mis ideas desde la forma. Cuando dibujo, antes de empezar con el color, puedo cambiar, por ejemplo, muchas veces una forma o actitud humana que -aunque mantiene cierta proporción realista- no lo es, porque nunca uso modelos, ni fotos. Me gusta inventar con el dibujo y crear mis propios personajes.

¿Qué ha significado la Academia de Repin y la ciudad de San Petersburgo para ti y tu pintura? ¿Cómo aparece esta experiencia en tu trabajo?

Cuando me gané la beca para la academia rusa muchos colegas decían que era perder tiempo, que el arte contemporáneo no necesitaba estudios de esa índole, que le harían daño a mi creatividad, en fin… pero yo no lo vi así. Yo tenía 22 años, era la oportunidad de salir de la Isla, cerrada en aquel entonces aún más que hoy y todo fue como una gran aventura llena de vivencias fascinantes. Imagínate ir casi a diario al Hermitage donde por primera vez veía los originales de tantos genios de la pintura, esas visitas las hacía gratis gracias al carnet de estudiante de la Academia…Visitas que fueron la otra gran escuela paralela que tuve en Rusia. Y sí, es innegable que estudié y aprendí mucho de arte con los rusos, adquirí seguridad técnica y sin traumas porque el Realismo Socialista nunca me lo obligaron a hacer. En esta academia no era ese un estilo ni un fin pedagógico. Las clases en la especialidad de Pintura (la Academia Repin tiene especialidades en Escultura, Grabado, Pintura, Restauración y Arquitectura) basaban los estudios desde la mirada clásico-griega hasta el impresionismo.

Yo no sé si alguien ve alguna influencia de la academia o el arte ruso en mi obra, que no lo creo tan así, pero bueno; como sí estudié y me identifiqué con muchos pintores rusos y de las antiguas repúblicas soviéticas, ello puede haber creado una influencia en mi subconsciente, ¿por qué no? Entre tantos están, por ejemplo: Petrov Vodkin, Valentin Serov, Minas Avetyzian, Vrubel, Serebriakova, Kandinsky, Chagal, y hasta mi propio profesor y tutor E. E. Moiseyenko.

There he is… Let us fuck him! © Rocío García

A tu regreso a Cuba en la década del 80 encontraste un contexto artístico diferente al que habías dejado en términos de tendencias creativas. ¿Qué impacto tuvo sobre ti? ¿Cuál fue tu relación con esa promoción artística?

Sí, cuando llegué a principios de los 80, casi todos mis excompañeros de San Alejandro eran en La Habana como estrellas de cine, te hablo de Consuelo Castañeda, Humberto Castro, Bedia, Arturo Cuenca, Torres Llorca, etc. Una larga lista, la llamada “Década Prodigiosa” y claro, no me fue fácil, me sentía como una extraterrestre, fue la época donde el arte en Cuba se abría a lo multidisciplinario: performance, instalaciones y arte conceptual en general. Por supuesto que querer dedicarse solo a la pintura era un desafío demasiado grande… pero yo no podía violar mi naturaleza.

Háblame de tus referentes, aquellos creadores y/o creadoras a los que siempre debes volver.

Mis referentes pueden ser muchos, pero mi época preferida es donde se desarrollan las vanguardias del siglo XX, creo que no ha habido aun nada tan revolucionario en el arte como en esa época. Los expresionistas y fauvistas, sobre todo Matisse que lo iba a disfrutar a diario en el Hermitage, son mis referentes del lado occidental; y por otro lado el arte japonés de la época dorada. Realmente siempre he querido pintar como hicieron los grabadores japoneses, el uso de la línea de contorno en mi obra tiene un gran apego por estos maestros: Utamaro, Hokusay, Anchi, Hirochigue, etc. También la pintura de Francis Bacon, R.B Kitaj, Magritte, David Hoktney, el Pop Art en general y disímiles artistas del cómic.

Una vez comentaste que para ti el conejo es un símbolo de libertad, que incluso, llevas uno dentro de ti. Cierto es que aparece de forma recurrente, especialmente en la serie: “El regreso de Jack el castigador” ¿Es Rocío una pintora libre?

Sí, Rocío es una pintora libre porque la libertad está dentro de uno. A veces la he representado como un conejo y a veces como un lobo, eso es según … (sonríe)

El arte es un espacio idóneo para sentir libertad y se debe defender esa sensación, aunque te censuren o rechacen por diferentes circunstancias. Lo más importante es que la obra exista y permanezca, que te reconozcan o no por supuesto que importa, pero ya eso no está totalmente en nuestras manos.

El regreso © Rocío García

¿Qué crees del arte hecho por mujeres en Cuba?

Un día dije que el arte no tiene sexo, me parece muy esquemático y machista eso de: “arte hecho por mujeres”, como si ser mujer implicara hacer un “arte diferente”. Nunca he escuchado, por ejemplo: música hecha por mujeres… Creo que desmerita a la mujer sentirse en un guetto de categorías de género, o algo así… Primero soy un ser humano y luego una mujer.

Hace años ciertos coleccionistas, espectadores y hasta críticos de arte que veían mis exposiciones, sobre todo la de “Hombres, Machos, Marineros”, y no me conocían personalmente pensaron que yo era un hombre. Un día cuando una de esas personas me conoció le escuché decir con espontaneidad: “¡oh! Parece pintor y es pintora…” Yo por supuesto me sonreí. Parece que los temas sobre hombres, una mujer no debería atreverse a expresar… El machismo, tanto en hombres como en mujeres parece que no desaparecerá nunca y para mí es la primera causa de que a tantas artistas mujeres que han pasado por la historia del arte no se les haya reconocido su valía, hay tantísimos ejemplos. Aun hoy en las grandes colecciones privadas y grandes museos del mundo los nombres de mujeres artistas son casi imperceptibles. Es aquí, en ese mundo exterior donde el arte es aun dominado por estereotipos de género, donde no te dejan sentirte con entera libertad. Ser mujer limita que te coleccionen, que te compren, que te respeten … por ser mujer ese camino se hace más largo y angosto.

En mi opinión tú eres una narradora, una creadora de historias. ¿Dónde radica el punto neurálgico de esas historias?

Lo narrativo en mi trabajo está sustentado en la secuencialidad de las imágenes, de ello tengo antecedentes en los dípticos y trípticos de Francis Bacon y algunas obras de Matisse.

Me gusta crear secuencias como cinematográficas, donde las imágenes sugieran pistas o señales de la supuesta historia y donde el espectador participe armándola a su manera, pues me interesa provocar su psiquis, sus sentimientos restringidos u ocultos más allá de la apariencia.

Los temas vienen de la vida que fluye alrededor, pero sin intensiones localistas que limiten un mensaje universal. Ellos varían según el grado de interés por expresar algo urgente que me conmueva.

La figura humana es protagonista total en mis obras, la figura femenina no es que sea preferente, pues elijo las figuras y su género según el grado de intensión de los contenidos. Cuando quise hablar del derecho a la libertad sexual femenina creé la serie “Geishas” y la serie “El regreso de Jack el castigador”, por ejemplo, pero cuando quise expresar la belleza del amor homosexual masculino hice: “Hombres, Machos, Marineros”, serie esta, donde las escenas tienen una violencia edulcorada por los prototipos masculinos de corte casi clásico griego y la epifanía del color.

En esencia, lo que más me ha interesado expresar en mi trabajo está más allá del feminismo, el homoerotismo, violencia de relaciones difíciles, etc. Pues todos estos temas han sido pretextos o metáforas, realmente se trata de reflexionar y exponer sin tapujos mi criterio sobre la falta de derechos y libertad del individuo ante un poder hegemónico. Ya sea este puramente mental o materializado a través de dogmas de partidos políticos, grupos religiosos, activistas de extremo, etc.

Con mis propuestas lo que más me motiva es que en su contemplación el espectador desinhiba su espíritu y sienta su más íntima verdad silenciosamente.

The Mission (2015) © Rocío García

Coméntame acerca de tu experiencia como docente en la Academia San Alejandro. ¿Cuál es la mayor satisfacción que esta experiencia te ha dejado?

Desde 1984 y hasta el 2019 fui profesora de pintura en la Academia de San Alejandro de La Habana, donde en un principio me sentí obligada por el servicio social, que en Cuba se exige luego de graduarte de cualquier carrera universitaria, pero luego me cautivó el entorno de adolescentes y jóvenes estudiantes que con su frescura me obligaban a estar al tanto de disímiles interrogantes sobre la pintura y el arte en general. Ser maestra me hizo crecer como profesional y alimentó mi creatividad también como pedagoga.

Hoy por hoy estoy feliz y orgullosa de muchos exalumnos que han ido encontrando rutas hacia un arte genuino, personal y muy contemporáneo.

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