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Belén Rodríguez, pintura entre lo líquido y lo táctil

La producción y las inquietudes de la artista vallisoletana Belén Rodríguez no resultan fácilmente etiquetables: le interesan la creación per se y sus procesos y deja que en cada uno de sus proyectos resulte fundamental, casi definitorio, el contexto general y particular en el que surgieron, procurando ser lo más consciente posible de esa circunstancia. Abierta al empleo de todo tipo de recursos artísticos que sirvan a sus intenciones, busca además que los modos de exposición de sus trabajos formen parte de aquel dispositivo intencional que comienza con la idea.

Suele atender a formas y contenidos poco definidos, difíciles de reconocer o categorizar: huye de lo obvio y lleva al espectador a ese mismo terreno, tratando de hacer suyas porciones de realidad enigmáticas más que creando otras realidades nuevas; considera que no es necesario, dado que el mundo entero nos queda a la puerta. Podemos decir, por tanto, que el móvil de su trayectoria es la curiosidad.

Cuando pasó por nuestra sección Fichados, y de esto hace ya más de cinco años, nos contaba Rodríguez lo amplio y resbaladizo de los focos de su creación: Me interesan muchos temas, incluso a veces sin que en apariencia estén conectados. Procuro potenciar mi curiosidad por las cosas y liberarme de ataduras. En cada trabajo, o cuerpo de trabajo, trato de plantearme la creación como si fuera la primera vez, y, observando, encuentro constantes, como una preocupación por el espacio y el tiempo, el propio medio de expresión, la materialidad de la obra. Me gusta trabajar con el formato del proyecto específico, por eso cada proyecto suele partir de unas pautas, de un contexto, al que trato de reaccionar muy activamente. Lo cercano, aunque no de forma explícita, es fuente de la mayor parte de sus propuestas: Es importante para mí la observación de mi medio y la experiencia diaria. He vivido en diferentes países y contextos en los últimos años, y cada lugar ha nutrido y ha dado forma a mis ideas. No hay día que no recuerde, por alguna razón, el periodo de seis meses que viví en Japón en 2009. En el Japón clásico hay una relación con los objetos que me ha dejado marcada.

Las suyas son normalmente obras híbridas, a medio camino entre la escultura y la pintura, en las que se sirve de técnicas propias de las artesanías textiles de varios países (batik, waxprint, shibori…), con el fin de reflexionar sobre la pervivencia de los rasgos tradicionalmente asociados al diseño en telas (esto es, la elaboración manual y lenta, la repetición de ciertos motivos ornamentales) y de reivindicar la elaboración minuciosa y el valor de las imperfecciones. Buena parte de sus formas se inspiran en la naturaleza, una metáfora para la autora de la búsqueda constante del equilibrio.

Según Belén, pese a gozar de una libertad creativa en supuesto crecimiento, tendemos a crear objetos útiles y ornamentales a partir de patrones repetitivos, de formas esenciales y reducidas que se han dado, y continúan desarrollándose, en todas las culturas y todos los tiempos. Las formas inherentes a la naturaleza, sin embargo, surgen siempre a partir de una confrontación de tensiones externas e internas, de la fricción entre el propio equilibrio atómico y la temperatura, la humedad o la presión; decía D´Arcy Thompson hace un siglo, en este sentido, que la configuración de un objeto es un diagrama de fuerzas.

Desde el próximo 11 de febrero, la Capilla de los Condes de Fuensaldaña y la Sala 9 del Museo Patio Herreriano albergarán “Sal metálica”, su segunda muestra individual en este centro tras la que presentó allí en 2018, después de obtener una beca de la Fundación Municipal de Cultura de Valladolid (más recientemente, en 2021, su obra también formó parte de la colectiva “Pintura. Renovación permanente”). Si aquella monográfica, que se tituló “Paintung”, tenía la pintura como eje, pero no constaba de lienzos dispuestos sobre paredes sino de piezas situadas en el centro de una sala, telas liberadas de su sujeción al muro y concebidas como cuerpos en el espacio, está próxima propuesta se articulará en una gran instalación pero ahondará en asuntos semejantes.

Nos trae Rodríguez una reflexión en torno a la pintura y el color, de nuevo a medio camino entre la imagen estática y el espacio: podremos comprobar cómo, en su obra, la exploración de todo lo relativo a la paleta cromática se desarrolla según fórmulas singulares y en muy diversos procedimientos. Conocedora de la naturaleza líquida que potencialmente alberga la pintura, y también de su posible carácter táctil, trabajará con pliegues y texturas que remitirán a la teatralidad barroca.

Belén Rodríguez. “Sal metálica”. Museo Patio Herreriano

 

 

Belén Rodríguez. “Sal metálica”.

MUSEO DE ARTE CONTEMPORÁNEO ESPAÑOL PATIO HERRERIANO

c/ Jorge Guillén, 6

Valladolid

Del 11 de febrero al 4 de junio de 2023

 

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