Galería Antai

Cortocircuitar la emoción en torno a las imágenes de Eldy Ortiz

Trazan. Eldy Ortiz y Lissette de León trazan en Pneuma una línea entre el cuerpo contemplativo y la imagen. (Parece un contrasentido, pero ellas mismas –las imágenes– son estados contemplativos. Fueron hechas no en la vorágine del azar, del azar fotográfico, sino en –y a partir de– el tiempo de la contemplación; ese cuerpo dilatado hasta el infinito. Observación y exposición largas y lentas). Nos tejen. Nos bordan. Nos desbordan. Nos desbrozan un camino íntimo entre una pared y otra. Entre cuatro paredes. La soledad.

Eldy Ortiz. S/T de la serie Pneuma.

Para conversar sobre Pneuma fijamos un encuentro en su casa. En la sala, Lissette de León me recibe y me brinda ¿té o café? Té. Me recibe ella y una imagen en la pared. Es El encuentro, una pintura de Eldy Ortiz (La Habana, 1994) que me ha dejado un estado ligeramente aturdido.

Quizá sea conveniente, antes de llegar a la serie fotográfica Pneuma, empezar por aquí. Empezar diciendo que Eldy Ortiz, quien también es pintor y dibujante, estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro y en 2019 se graduó en la especialidad de Diseño Escénico en la Universidad de las Artes de Cuba. Ha participado en una decena de exposiciones colectivas y colabora con varios medios de comunicación de la isla.

Eldy Ortiz. S/T de la serie Pneuma.

Después de observar El encuentro, ese niño-cosaco, ese niño-puño-cerrado, ese niño-de-un-país-que-ya-no-existe, tengo la sensación de estar en un punto muerto, a la deriva, suspendido entre el sueño y la vigilia.

Zombi.

Frente a mí, El encuentro se convierte en documento, en ilustración de una historia que se cuenta a través de la pena. Micropenalidades del tiempo. Infrapenalidades, más bien, que también encuentro en Pneuma, un tejido fotoquímico que, a fin de cuentas, lo que hace es reivindicar el dolor. Encontrar en el dolor una potencia, una pulsión; una punción que nos trans-forma.

Zombi.

Zombi.

Ruinas.

Estenografía.

Eldy Ortiz. S/T de la serie Pneuma.

Eldy sale del cuarto y me saluda. Junto a él es imposible mantener un registro acelerado y corrido. Trato, en un efecto de reducción casi estenográfico, de captar, al vuelo, algunas ideas. No uso grabadora. Prefiero conservar, en este caso, como rastros, algunas abreviaturas de todo lo que dice, de todo lo que me muestra en el tercer piso del edificio Bolívar.

Nos encontramos en una zona que se conoce como Santa Felicia, en el municipio Marianao.

Abreviatura.

— Eldy, prefiero no grabar. De todo lo que hablemos quedarán sólo fragmentos, huellas. Con esas huellas luego trabajaré –le digo.

Ya no creo en la totalidad. Ni en la totalidad ni en los virtuosismos de la memoria. Creo que en ningún virtuosismo. Hay que olvidar.

— En tu pintura, como en tu fotografía, noto también esos quiebres. Tus imágenes son como gestos congelados; como crímenes pirograbados; como stills-de-películas-que-ya-no-existen.

Caballete.

Eldy Ortiz. S/T de la serie Pneuma.

Estoy frente a Eldy Ortiz en su cuarto-estudio-taller. En una esquina un caballete que antes perteneció a un pintor famoso sostiene tres lienzos en blanco. Al lado, sobre una mesa, en desorden, decenas de tubos de pinturas y pinceles sin limpiar. Dos ventanas abiertas dejan ver el Obelisco de 100 y 31.

Lo que está en juego en las pinturas y las fotografías de Eldy Ortiz es el sitio del significado, es la imposibilidad de mostrar ese significado más allá del fragmento, de la microescena, del relato contado sin punto final; del relato que siempre se escabulle.

Caballete/pizarra.

Caballete/paisaje.

Caballete/teatro.

Caballete/película de terror.

El caballete se rompe. La pintura cae al piso. Las palabras se dispersan. Óleo.

— Prefiero el óleo, Edgar –me dice–. Lo prefiero desde que estaba en San Alejandro. La textura es distinta. El proceso es distinto. El tiempo es distinto.

El óleo tarda más en secar y permite alongar el pensamiento en torno a una obra. El óleo huele distinto. Se debe preparar en lugares abiertos. No huele especialmente bien.

Epifenómeno.

Eldy Ortiz. S/T de la serie Pneuma.

Coloboma. Eldy padece desde su nacimiento un defecto congénito, una extraña anomalía llamada Coloboma. El iris de su ojo izquierdo tiene forma de lágrima. La mirada como una facultad autóctona, autotélica, posiblemente redentora de la mente.

Cartapacio.

Pneuma parece una serie salida de un cartapacio de cuero, de esos que ya no se fabrican. Pneuma parece una serie hecha con la misma lentitud del óleo al secar. Pneuma parece una serie que fragmenta el paisaje en miles de teselas regadas como joyeles. Pneuma nos pone a temblar como una película de terror. Pneuma parece una pizarra donde se escriben todas las soledades del mundo. Pneuma es una apariencia decididamente dramática, decididamente dramática, decididamente dramática.

Decidida y delicadamente dramática.

Eldy Ortiz. S/T de la serie Pneuma.

No podemos desligar la fotografía de Eldy Ortiz de su pintura. Tampoco de sus dibujos. Ambas son consecuencia de un temblor. Ese temblor lo lleva a cortocircuitar la emoción. Pneuma cortocircuita la emoción. Lo hace en cierto sentido particular. La raíz lingüística, y pivotante, de la palabra emoción la encontramos en el verbo emovere. Escojo uno de sus derivados. Escojo la perturbación.

Pneuma, en colaboración con la actriz Lissette de León, pone en valor una sensibilidad que nace de la emoción. La libertad nace de la emoción. La soledad nace de la emoción. El amor nace de la emoción. Las ruinas también. Pneuma es una (micro)física de las emociones.

Cuando digo que Pneuma es (porque produce) una (micro)física de las emociones, dirijo la atención a la con/moción que me produce, a la ortopedia perturbadora que traza sobre nosotres.

Eldy Ortiz. S/T de la serie Pneuma.

Todas son imágenes fantasmales. Coquetean con una (ir)realidad que, sin escapar de lo fictivo, se introducen en un territorio místico, en el sentido etimológico de hacer niebla, cubrir de niebla (mist). El significado en las imágenes de Ortiz reside allí –en nuestra imaginación– de un modo no prescriptivo, neblinoso.

Las veintinueve fotografías que componen la serie Pneuma surgieron, emergieron a través de cuerpos conativos. Cuerpos de la escucha. Me refiero al cuerpo de Eldy, al de Lissette –presente en todas las imágenes–, pero también al cuerpo técnico de la cámara y al cuerpo de los espacios arquitectónicos escogidos para que sirvieran de soplo, de aliento a la idea fotográfica. Pneuma es eso: un soplo, un aliento, una vibración, un (ab)uso.

La violencia sintiendo un amor rabioso por la violencia.

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